Los portugueses no cejaban en su empeño
de hallar nuevos países al otro lado del mar.
Las distintas expediciones,
comandadas por hombres avezados
en el difícil arte de la navegación,
buscaban intercambios comerciales
con los Estados de Oriente.
En medio de tanto aventurero,
no siempre coronado por el éxito,
creció un niño vivaz a quien la madre
deslumbró con canciones y leyendas
de regiones misteriosas y distantes.
Muy joven conoció el Mediterráneo
defendiendo los puertos imperiales
de los navíos piratas.
Fue a India por las costas africanas,
regresando después a Portugal,
donde un largo reposo de 20 años
lo alejó de sus dudas y los viajes.
Finalmente, el eximio navegante
reanudó sus andanzas marineras
por las aguas del Asia legendaria.