Tiembla la voz al cantar.
Se quiebra como una rama,
que no puede soportar,
el peso de su derrama.
En la garganta oprimida,
no se puede desatar.
Y por la pena indignada,
en los labios prisionera,
ansía ser liberada.
Y en el aire ser vivida,
lejos de su soledad.
Voz que calla y voz que grita.
Voz que en la boca se achica.
Voz que en el interior agita,
la esencia de la verdad.
Voz que condena y critica.
Voces que nacen marchitas,
ausentes de identidad.
Voces firmes y expeditas,
que a la razón dan lugar.
Sibilinas las palabras,
que casi ausentes de voz,
hieren como las cuchillas,
lacerando el corazón.
Agrias voces de desprecio.
Las falsas de adulación.
Las adornadas de joyas,
hechas de piedra y cartón.
Vocingleras expresiones,
que quieren dar la razón,
a las conciencias partidas,
que exhalan odio y rencor.
Voces que susurran versos,
cargados de buen amor.
Voces tibias que adormecen,
como almohadas de algodón.
Cómplices voces amigas,
que liberan el dolor.
Y susurros que acarician,
las fibras de la pasión.
Diminutas Vocecitas.
De pura auténticas sabias,
que llegan al corazón.
Deslizándose sin miedo,
para descifrar secretos,
guardados en un cajón.
Voces que anuncian tragedias.
Voces recias que condenan.
Voces que cruzan fronteras,
en pos de un lugar mejor.
Las voces de la guitarra,
que limpian las telarañas,
que atrapan el corazón.
Voces que las odas cantan.
Voces tiernas de esperanza,
de los que no tienen voz.
Cuando el eco de la voz,
deje huella sin dolor.
Libres las mentes sinceras,
serán presas del amor.
A.L.
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