Rabadán de pastores,
se aventuró en el mar tras un amigo
conquistador de las tierras del Perú.
Acumuló riquezas en haciendas,
en botines de guerra y en esclavos.
Ascendió a gobernador, pero embrujado
por el canto de las aves en la selva,
vendió cuanto tenía
para unirse al hermano de su amigo
que viajaba al país de la canela.
Después de la escisión llegó hasta el Amazonas,
continuando su ruta hacia el Atlántico,
acusado de traición y deslealtad.
De regreso a la patria
se propuso financiar su empresa:
Poblar y retener lo conquistado.
Sin embargo, la suerte le negó
(lo dice el narrador de sus hazañas)
el pago de su lucha inquebrantable,
hasta el día en que vencido por el trópico,
a la edad de treinta y cinco años
suspendió la tarea comenzada.