Rosa blanca,
pimpollo aún no abierto,
tan jóvenes tus años…
me has dado la Lección
de mi Vida,
con tu silencio cerrado,
y estoicismo alegre,
que disfrazabas para no herir
ni preocupar
a los que te amaban.
Qué insignificante me siento
ante vos,
Ángel de la Guarda.
Mis pesadumbres
grises y tontas,
quejas sin sentido
no tienen perdón…
Han pasado meses
polvorientos
de sinsabores
y amores desteñidos,
contrariados,
y flujos de soles
y noches insomnes…
y aún estás Presente
en mis días,
dulce Dani.
Sabes? No sé vivir
sin tus versos…
(dime cómo hacer,
Angel mío?)
Buscaré en tu estrella
hace meses inaugurada,
la más brillante
del azul firmamento,
en armonías y acordes
de la música
que une las almas,
sin que nos inquieten
dimensiones
extrañas e ignoradas.
Y en los brotes verdes
de esta Primavera preñada
por tu dulce mirada
y tus palabras escritas en versos,
que repartías generosa
al Mundo,
sin pedir nada a cambio…
Ya posees una lira
y un arpa dorada,
y un palmoteo alegre,
soñado…
que tiene
tus alas abiertas y blancas..
que derraman en mí,
dones sagrados
mientras, vos
titilas dulcemente..
embriagando de dulzura
tu recuerdo,
y tu presencia
que no se diluirá nunca…
por siempre,
estarás presente,
en lo que me reste de Vida,
hasta encontrarnos alegres
en tu huequito pequeñito,
y tu añorado jardín florido,
brindando felices
con zumo de tomate,
pequeñita…
junto a tu madre,
Rosa María,
que también Dios,
quiso llevarse.