Virgen
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Tormentas febriles,
de frívolo deseo,
cuando en el alma está la luz,
como un inmenso y bello trasluz,
son esos labios de rojo carmín,
haces un confín,
de esos que silencios que bravíos atormentan,
la funesta y la candidez,
cuando yá envejece la tez,
de tanta pasión sin un corpulento anhelo,
que abastezca la solución al deseo,
cielos de nubes claras,
cuando arde el desenfreno,
como el antídoto,
que es anestesia,
que cruza por la piel,
como la virgen sangra,
a expensas de la pasión,
cuando el tormento,
yacen aquí sin un encuentro,
que adentro sí adentro,
se dispersa el calor,
dador del olor,
que encierra la locura,
por entregar en tortura,
lo que das, y das,
esa sangre en desangre,
que fallece en calma,
el alma, más el alma,
que desata una cosa,
como marchita la rosa...
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