Volver a la Utopía,
al sueño prohibido,
al ideal satanizado.
Hurgando en el silencio,
apartando de la voz
el vacío que deja el miedo,
desmontando el sendero,
corrigiendo el porvenir.
Aunque no se reinvente la vida,
volver a la voz prohibida
y al gesto altisonante.
Hacer lugar para el futuro,
abrir espacio a la ilusión
y volver a la esperanza
del prodigioso afán por llegar.
Alcanzar la grandeza
de la gota infinitesimal,
que, multiplicada en su caída
horada la solidez y la perennidad.
Y no volver para conceder,
llegar para reclamar,
venir y no regresar jamás.
Volver a la Utopía
y a la certidumbre del compromiso
con la razón universal,
aunque se caigan los ídolos,
aunque nos rasguen los bolsillos,
aunque se nos desarme el horario
y resten privilegios de estación.
La Utopía es el inicio y el fin del sueño,
y volver no es sino desandar;
comenzar, si lo exige, todo de nuevo;
vaciar el costal y reordenar los nombres,
desconceptualizar los términos,
juntar los límites del quehacer humano
y derrumbar barreras de exclusión.
Hoy, la vida humana en la tierra
no es más que una frustrada Utopía;
suma de solitarios pareceres
y aventuras del corazón, donde
la redondez ha trasmutado en pirámide
y llegar no es subir,
sino es trepar con garras afiladas.
Mundo sobre mundo y trasmundo
que se funde en el trabajo
y se excluye en la repartición;
danzando sobre un pesado andamiaje
de testas adosadas como ladrillos
y rellenas del mismo barro mansísimo
que aprisionó a los antepasados
en moldes de complacencia y aflicción,
haciéndonos de limitada inteligencia,
ocio inútil, excesiva paciencia
y cuerpos inservibles para la televisión.
Pero queda la esperanza
de la aventura social
y la redención en la búsqueda,
confiriendo acuerdos,
cediendo pareceres
y desovillando la historia
para ubicar el minuto fatal
cuando todo empezó,
y volver, a partir de ese punto
a descifrar la utopía
y renacer en el sueño universal.
Volver a la Utopía
que nunca ha terminado.
Prepararnos para el designio humano
y reconocernos seres vivos
en armonía con el mundo natural,
diferentes en formas de dominio,
pero dominantes por igual,
creadores de cultura, de necesidades,
de temores y de cuanto dios ha urgido
nuestro eterno cuestionar.
Reclamantes de fe,
evolucionados para seguir dominando,
y autoevolucionados para consumir.
Librepensadores de la exclusión,
ambiciosos en la posesión,
e Injustos en la repartición.
Asumir la vida como un destino común
y contemplarnos sin dogmatismos.
Reinterpretar en el aire los libros,
politizar entre comidas la mente,
dar razón humana a los sentimientos,
desinhibir el sexo y la sexualidad
y preferir el color a la palidez;
reducir las leyes y a los leguleyos
borrar estigmas a lo social,
desmitificar al ser colectivo
y buscar el destino común
fuera de la autopista virtual.
Nunca como hoy hay tanto
para tan pocos,
y apenas nos caen migajas.
La existencia es una batalla
de placeres insatisfechos
y deseos no procurados.
Hoy como nunca,
la jungla está abierta
y se permite de todo,
menos joder a Dios...
él no tiene luchas que librar.
Al final, sin Utopías en el bolsillo,
sólo nos queda ese momento efímero,
entre el primer hálito de vida
y la última exhalación de muerte,
en el cual nos enfundamos de un sueño
que nos hace creer libres para elegir
nuestra propia forma de trascender,
sobre cabezas y sobre otros sueños...
y nuestros pies llenos de sesos
y nuestras cabezas llenas de pies.