Esta lluvia que nunca acaba me hace sentir muy mal.
Y pensar que hace un corto tiempo, la amábamos,
porque formaba parte de la unión de
nuestros sentimientos, de las noches que
transformábamos nuestros cuerpos en uno solo.
¡Cuántos momentos de felicidad hemos vivido!
Y hoy, me encuentro solo.
Vivo en este cuarto en total soledad
desde que tú estás ausente.
¿Porqué será que el destino nos quita
lo que más feliz nos hace?
Una noche me dijiste que debíamos aceptar la realidad.
Ambos pensábamos igual.
En todo coincidíamos.
Todo era felicidad en todos los momentos compartidos.
Aceptamos vivir así.
Sin compromiso. Sin pacto de amor eterno.
Vivir instantes de amor y placer.
Nos comportamos como dos adultos.
Responsables totales de nuestros actos.
De nuestras decisiones.
Nos propusimos vivir así.
Y así lo hicimos. Como planeado lo teníamos.
Nos encantaba hacer el amor escuchando
el caer de la lluvia.
Era como una melodía para nosotros.
Y esta noche, al no tenerte junto a mí...
aborrezco la lluvia.
Lluvia... culpable de tu ausencia.
Lluvia... asesina.
¡Te quitó de mi vida!
... Saliste de casa.
Con relámpagos, truenos y lluvia...
¡Te pedí que no fueras tú!
Y me respondiste que por primera vez
te permitiese hacer una diligencia...
bajo la lluvia...
Pasó un prolongado tiempo.
No regresabas. Salí. En la pronunciada oscuridad,
te busqué, bajo la intensa lluvia.
Y te encontré, tirada en la calle.
A tu lado estaba una botella de gaseosa,
destruída, casi vacía, que era lo que
habías ido a buscar.
Y tú sin vida.
Te había dado un ataque cardíaco.
No podré olvidarte porque
eres parte de mis sentimientos,
porque eres parte de mi vida.
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Hugo Emilio Ocanto
14-11-2018