Los infinitos caminos,
que cruzan el Universo.
Se solapan y separan,
como hojas de un cuaderno.
Las múltiples melodías,
que vibran en los senderos.
Tantas como son las vidas,
que suenan en cada aliento.
El tiempo se torna blanco,
cuando afloja el entrecejo.
Se disipan los prejuicios,
y al odio se pone freno.
Se difumina lo negro,
cuando brillan las sonrisas,
en los gráciles riachuelos.
Reflejo de sus espejos.
Como se queda lo vivo,
cuando el Sol se va muriendo.
Cuando un resquicio de luz,
se defiende contra el miedo,
de perder su claridad.
Cuando lleva la verdad,
a su reflejo abrazada.
Como una madre a su hijo.
Infinitos los caminos,
que los cerebros transitan.
Como infinitos senderos,
que van abriendo la senda,
para que el viento lo aprenda.
Dando el rumbo a cada sino.
Vericuetos insondables,
que nacen para sentirlos.
Y en la curtida contienda,
que se debate en la mente.
La lucha interna pretende,
buscar el mejor camino.
Así se forja el destino,
de encrucijadas cuajado.
Como un turbio laberinto,
que hace al más cuerdo chiflado.
En el hueco más profundo,
y en la más alta atalaya.
Crece la vida abrazada,
a su minúsculo mundo.
Su afán es tan absoluto,
que no escatima maneras,
para romper las barreras,
que puedan vetar que nazca.
Infinitos son los modos,
e infinitas las maneras.
Infinitos los senderos,
que sin saber nos acechan.
Y múltiples son las muecas,
que simulan ser auténticas.
A.L.
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