Escucho una música en los campos del amor,
siempre en mí existió un vacío de oscuridad,
tal vez por ver a la paloma muerta de dolor
o porque en verdad en mí siempre hubo virginidad.
La luz se hizo ceniza y mis lágrimas de ahorcado
en un jardín de lana blanca engordó la temperatura,
no reaccioné, mi muro que se hacía grande y pesado,
me cayó encima como un destino de poca hechura.
El pacto entre Satán y yo, lo firmé en óleo:
fue mi sentencia de muerte, mi fortuna de víctima.
No quiero ya nada más de ustedes, mi hidrógeno
se acaba y el fin pronto se hará aire pacífica.
La música se apaga, se apaga poco a poco,
la vela respira, y al igual que el alboroto, que es ruido,
son miles las estrellas que escuchan sólo al loco,
al loco solitario en su secreto concierto del olvido.
NACHO REY