Cristal, cristal sediento
se vuelve poco a poco
mi cuerpo acariciado por tus manos.
Cristal, cristal que lucha
por cada transparencia que lo vence,
se torna cada día
mi cuerpo acariciado por tu gozo.
Cristal, cristal que se desnuda
visitado por ti y por la noche,
cristal que rueda por tu espalda
en perlas extasiadas de penumbra.
No, no puedo evitarlo:
Mi cuerpo es una luna de cristal
tendida entre almohadones de silencio.
La transparencia es cómplice de mí.
Y esta humedad del aire,
cómplice de mí.
Los labios de la sombra,
cómplices de mí.
Y el aliento del cielo
es cómplice de mí.
Y la vigilia en llamas
del último horizonte
cómplice de mí
cuando me miras.
Es que me vuelvo de cristal total,
del más frágil cristal
que estremece tu aliento,
del volátil cristal
de la vida en tus manos,
sí, cuando me acaricias
y la noche también...