En mi afán de escribir,
de ser poeta,
irremediablemente bella te apareces
y de hundes en mi vida, tantas veces,
veloz y dolorosa, cual zaeta.
Cuántas noches, en ti marqué el destino
de toda aspiración, de todo anhelo,
te adheriste a mi vida, como al cielo
suele hacerlo el ocaso septembrino.
Ni he podido librarme de la tarde
que fue toda de luz y de poesía,
ni de aquella fogata en noche fría,
que en lugar de extinguirse canta y arde.
Te aprisionan mis manos sin tenerte
y tú no te das cuenta cuando dejas
perfumadas mis flores, pues te alejas,
creyendo que, en el mundo has de perderte...