Creo haber soñado la noche
ciega y titilante,
como aquel caballo que lloraba
su miseria de humano;
el hombre también llora a veces
su tristeza como un caballo.
Creo haber soñado
como árboles las jaulas,
abiertas hacia el cielo.
Mi jaula, gigante, impiadosa,
como jaula de otra más inmensa y
un cielo sin estrellas y
una voz contestataria y monótona
proclama en la noche.
Norte, Sur, Este, Oeste, Norte...
Pienso en los relojes y en su pulcra esfera,
estancada en los minutos ya deshusados, obsoletos, absolutos y
se me parte el corazón pensando en el animal que soñaba ser humano y
mi alma no acierta y continua errando mientras los coches se deslizan urgidos por las calles del futuro y
la razón no encuentra rumbo como una conversación infinita que nunca entablamos.