Si el águila no volara más
ni sus plumas se abrieran
y los cielos no sintieran
su fuerza al surcarlos
sus ojos aun abiertos
podrían mirar los horizontes
y encontrar el lugar donde
poder descansar.
Su corazón aun latiría
con la misma energía
su vitalidad interior
sería la que invisiblemente
pondría alas nuevas
y en la tenacidad majestuosa
imaginariamente se vería volar