Cerca de quietas aguas, ¡ven, baila conmigo!
Escuchemos silentes tintinear el piano,
estrecha mi cuerpo y siente danzar mi mano
por campos de tu espalda, para secar el trigo.
Qué mueran sus granos
y renazcan sintiendo nuestro aliento,
nuestros cuerpos cercanos,
sin que, entre ellos, el viento
separe los latidos del cimiento.
¡Ven, baila conmigo!, escuchemos silentes.
Imagina mis manos como arco de violín
deslizándose suave por tu piel, sinfín,
con tibieza de amor y ardor de sus afluentes.
Llama de tu verano
crepita en la humedad de mi invierno;
¡tu cuerpo tan cercano!,
verdor desnudo y tierno,
baila con mi sentir... vasto y eterno.