¿Te acuerdas cuando íbamos a la fuente?
ese gran manantial de azules aguas
y esbeltos cisnes de plumaje blanco,
e incluso habían otros de cuello negro.
Cuando jugaban cansados se iban
todos apilados a descansar;
su trinar melódico en lira y canto
el que ya no alegra mi soledad.
La muerte que a los cuerpos no exonera
con melodioso canto se liberan,
un coro de alegría en el ambiente
queda, y el cuello largo se doblega.
Los fieles cisnes que su amor entregan
a su pareja, y hasta la muerte aman,
es su destino el insólito vuelo
como tú y yo, que hoy nos despedimos.
Hugo Blair M.
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