Ambos pueblos eran descendientes de la cultura Vicús, llamada así por el cerro del mismo nombre y que era su protector.
Vicús alto era gobernado por el curaca Toloc, Vicús bajo era gobernado por el curaca Muloc.
Tuloc tuvo un hijo, guerrero, apuesto, gallardo, llamado “Morropón”. Muloc tuvo una hermosa hija, radiante, digna representante de su realeza, llamada “Chulucanas”. Ella era romántica, soñadora, muy querida por su padre el cual le concedía todo, pues ella era la razón de su vivir. Era su costumbre pasearse todas las tardes en la ribera del río “Charanal”, cantar con las aves, danzar con el viento, juguetear con las cristalinas aguas.
Cierto día que se encontraba rebosante de alegría, pues había recibido como obsequio de su padre un lindo collar de Lapizzuri de un azúl semejaba el cielo en un día despejado y radiante. La bella princesa jugueteaba pero, ¡Oh!, que desgracia, el collar cayó de su cuello y fue a dar directo al río; ella se arrojó a rescatarlo, pero las fuertes aguas empezaron a arrastrarla. En esos momentos cuando “Chulucanas clamaba auxilio, cruzaba por el lugar el valiente “Morropón”, que al escuchar su llamado sin pensarlo se arrojó a las aguas, nadó y nadó hasta alcanzar a la bella “Chulucanas”, la rescató de las bravías aguas, poniéndola a salvo. Ya en la orilla “Morropón” calmaba la doncella que asustada aún, se abrazaba a él. Éste nunca había visto mujer tan hermosa, con manos tan suaves y con unos ojos que reflejaban la grandeza de su corazón. La bella “Chulucanas” agradeció a su salvador, pero se lamentó por haber perdido el regalo de su padre. “Morropón” le prometió que al siguiente día le traería un nuevo collar. “Chulucanas le dijo, que no era necesario, pero “Morropón” le pidió que le permitiese volver a verla. El joven habló tan sinceramente que “Chulucanas”aceptó. Al otro día un hermoso collar de Chakiras de coral fue el presente que “Morropón” puso en el cuello de su bella dama de la cual quedó prendado desde el primer instante que la vio. Así nació una linda amistad que fue creciendo rápidamente y se convirtió en amor, de esos fuertes y duraderos.
Los jóvenes se encontraban diariamente y daban rienda suelta a sus corazones. Pero el destino les jugaría una mala pasada. Una disputa, por ganado revivió el pleito entre los dos pueblos a los que, por azahares del destino pertenecían “Morropón “ y “Chulucanas”. “Toloc” y “Muloc” se declararon la guerra. “Muloc” convocó a su mejor guerrero llamado “Truanoc”, éste también estaba enamorado de “Chulucanas”, pertenecían al mismo clam y por ser el mejor guerrero y de casta noble, era de seguro el mejor pretendiente para “Chulucanas”; por esa razón hizo prometer a “Muloc” que si ganaba la guerra y derrotaba a sus enemigos de toda la vida, le daría la mano de su hija. “Muloc” aceptó.
Por su parte “Toloc” llamó a su hijo “Morropón”, capitán de su real huested, para que se aprestaran a la lucha, al día siguiente ambos ejércitos se enfrentarían a las faldas del cerro Vicús.
Al enterarse los enamorados de los propósitos de sus padres, que no cejaban en su vieja rencilla, y aún más, sabiendo que no aceptarían ni comprendería su amor, decidieron huir al anochecer. “Truanoc”, habiéndose enterado de su secreto amor, celoso y herido decidió vengarse, preparando un siniestro plan, avisado por sus servidores, del lugar donde se encontrarían “Chulucanas y Morropón”, marchó hacia el lugar para dar muerte a su rival y robarse a “Chulucanas”.
“Toloc y Muloc” avisados también de los hechos que ocurrirían como fueron al citado lugar para evitar la deshonra.
“Chulucanas” y “Morropón”, sin imaginar los adversos acontecimientos que se cernían sobre ellos, se reunieron en una cueva que quedaba coronando el cerro Vicús. Pronto se dieron cuenta de que estaban siendo rodeado tanto por “Truanot” como por sus padres.
“Morropón”, al ver esto pidió a su bella amada que regrese al lado de su padre, sabedor del triste final que le esperaba. “Chulucanas”, se negó rotundamente, pues su corazón le avisaba que si lo hacía no volvería a ver nunca más a su amado “Morropón”.
“Chulucanas” se arrodilló a la entrada de la cueva, y le pidió al dios “Sol” que no permita que su amor muera jamás, cogió el cuchillo que “Morropón” llevaba en su alforja, y sin que él se de cuenta, se lo llevó al pecho y se lo clavó en el corazón. “Morropón” al darse cuenta corrió hacia ella, la tomó en sus brazos, pero su cuerpo se desvaneció pronunciando el nombre de su amado y prometiéndole que nunca lo dejaría de amar. “Morropón” presa del dolor lanzó un grito que con el eco del cerro Vicús, se engrandeció tanto que rasgó los cielos, luego sacó el cuchillo del corazón de su amada y sin pensarlo se lo clavó el también.
Al ver esto el dios Sol conmovido por el sacrificio de los amantes, hizo que sus almas se convirtieran en dos avecitas que los lugareños llaman “koshco”. El sacrificio mutuo no fue en vano, porque “Mulot” y “Tolot” al ver la inmolación de sus hijos más queridos el horror de la guerra y la trivialidad de su querellas. Pidieron perdón al dios Sol y ellos también se perdonaron, prometiendo nunca más pelearse, y a sus queridos hijos, los enterraron en una misma tumba a la entrada de la cueva que corona el cerro Vicús.
“Chulucanas” y “Morropón” son el símbolo del amor puro y sublime, así como el ave “Koshco” que cuando silba sus melodías les recuerda al los lugareños el amor de “Morropón” y “Chulucanas”, nombres que han quedado inmortalizados y que hasta hoy se conservan en el recuerdo de sus pueblos.