La vaga ciudad me carcomía
y no es precisamente por ella,
por su estrés, por su lujuria
o por su indolencia.
Ella abusaba de mí,
parpadeaba para insinuarme,
¡destellaba su chorro de contaminación!,
me mataba a mí y a mis largos nocturnos lentes.
Su inconsolable actitud
me hizo migrar
y ahora con menos iluminación
me toca luchar.
Aun así, extraño inhalar
aquel aire que compartía
con ese forastero
que no dejo escapar.
Ahora, en distintos cielos
yo con ella, pero sin él
¡Que desgracia!
A ella la tengo todas las noches,
muy dura de sentimientos
aunque yo sé que su estado
no depende de mí, ella…
ella es libre.
En cambio, a él
que tocar no puedo
vive muy dentro de mi
¡No saldrás!
A menos que lo de antes
se extermine en ti.
Cuando ella menos lo espere
veremos el mismo cielo,
los lentes usaremos
y juntos
contemplaremos.