Llegó él otoño, y me encontró desnudo
y en silencio, abandonado en una soledad
llamada vida.
Llegaron y volvieron los días cortos y grises,
los amaneceres tardíos,
las tardes cortas y presurosas,
con sus telarañas y brumas.
Llegó el frío del tiempo
para juntarse a ese otro frío del alma,
que tú dejaste, entre tinieblas,
cubierto con una máscara de carnaval.
Llegó aquel momento en que me vi solitario
ante el espejo, y me incliné ante sus cristales,
esparcidos y rotos, por el suelo…
Llegó la soledad y el silencio, con tu ausencia,
y traté de consolarme con los recuerdos.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/11/18