Cansancios.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de ser el perseguidor infinito de tus miradas,
Y del silencioso y paradójico descontento general de mis sonrisas.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de intentar encajar desesperadamente en los estereotipos
Y de enterrar en el olvido todas las absurdas incoherencias de la lógica.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de intentar rellenar expectativas
Y de ser el desagradable disidente entristecido por tu falta de determinación.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de caminar por toda la extensión de tu silencio
Y De arañar desesperadamente los límites de nuestra geografía.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de navegar en conversaciones deshabitadas
Y de ser el prolongado epicentro universal de las ausencias venideras.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de gritar palabras que nadie escucha
Y De ver cadáveres y pedazos de planetas esparcidos por las calles.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de encontrarme conmigo mismo en los espejos
Y de ser el incesante huésped rutinario de tantas imperfecciones.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de la búsqueda eterna de encontrarme en una buena fotografía.
Y de aquel enfermizo hábito masoquista de coleccionar resignaciones.
Sucede que me canso.
Sucede que me canso de ser el triste transeúnte solitario por océanos de frialdad
y de ser aquel melancólico descubridor insaciable de tantas decepciones.