Guardé los versos en el umbral de mis ojos,
justo allí donde habita una página en blanco
que permanece flotando en alas de la brisa.
Los clavé allí, donde no hay estaciones
y la indiferencia se hace abrigo de la piel,
cuando la voluntad duerme envuelta
en nubes grises.
Se refugiaron allí,
donde guardo los suspiros sigilosos,
que se disipan, huyendo en círculos.
Los tatué por dentro en mis labios
para que no escaparan
envueltos en mi aliento.
Maricel 13/11/2018
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