Sebastián Lopera C.

BOSQUEJO

 

Trazo cada línea delgada
sin hender la punta del lápiz
más de lo necesario
el grafito, a fin de cuentas,
alcanza la magnitud de su belleza
en la pulcritud.
Si yerro, no borro
dejando la equivocación
como una astilla que punza 
un pie descalzo
como una herida que lacera
un alma desnuda.

En cambio, prolongo la linea
en el papel blanquecino
desde la última herida
hasta unirla
prolijamente 
pacientemente
cuidadosamente
como un puente
con el sino dulce
de tu cabello:
el primero en bosquejar.

Finalmente, como siempre
y como nunca
te habré terminado 
espléndida de pies a cabeza
cada contorno tendrá
tintes de ti
tus labios querrán decir
las palabras que me callas
tus ojos,profundos, 
serán dos grandes estacas
la ondulación de tu cabello
indulgente sobre mis mejillas
me hará llorar
y tus manos, que las hice abiertas
encajarán perfectamente con las mías 
al tomarlas...

Y así terminaré esta noche
para contemplar tácito 
tu cuerpo en carbón delgado
hasta la noche siguiente
en que vuelva a desearte.