Ayer, un mes.
Hoy, cuatro años y 5 meses.
Ayer, el infierno.
Hoy, el paraíso.
Ayer, la nostalgia y la tristeza me acompañaron en un día oscuro y denso.
Hoy, más nostalgia, más vacío y el día oscuro y denso.
Imposible no regresar a ti en mis pensamientos, mis sueños y mis deseos.
Fugaz regreso de anhelos esfumados en la nada de la soledad.
Memorias que piden a gritos el silencio de tu compañía, la dulzura de tus besos y el calor abrasador de tu cuerpo.
Oídos que sueñan con el susurro de tu voz, sueños que escuchan tus palabras de amor y los quejidos de pasión.
Tatuados estamos, si, en nuestras almas. Tatuados están nuestros cuerpos con las huellas de aquel amor que no morirá jamás.
Tatuados nuestros corazones; solos, que por años fueron compañía bulliciosa en medio de canciones románticas que hablaron de nosotros y que nos cantarán por siempre.
Llamadas, horas de hablar contigo, reír, llorar, amarnos a distancia, amarnos de cuerpo presente, memorias.
El beso aquél, tu risa loca, la caricia en tu ceja, el poema tierno y erótico, ese café, nuestros símbolos, un orgasmo silencioso y trémulo.
Tanto amor derrochado a manos llenas, tantísimo.
Ayer, hoy y siempre tu amor en mi.
Hoy, ayer y por siempre tu en mi.
Te visitaré esta noche en un sueño real, anidaré a tu lado en tu lecho tibio, recorreré en silencio tu cuerpo, haré estaciones en cada uno de tus lunares, subiré a la cima de tus senos, recorreré el valle sagrado de tu vientre y abrevaré en espirales de pasión en el delicioso humedal de tu sexo.
Espérame, no te fallaré.
Hasta que no sea más un sueño y podamos sentir de nuevo la humedad de nuestros cuerpos, el calor de nuestra pasión, el silencio y el frenesí de nuestra locura.
Aquí te espero yo también.
Y que sea pronto, por favor.
Ayer, 30 días.
Hoy, 1610 días.
Siempre.