Muchedumbre cansada de la absurda razón,
derrumba los dorados pilares celestiales
y sucumben nuestras divinas auras boreales,
aquelarre oscuro, infierno de irrisión.
Se buscan maestros para crear nuevos senderos
su vocación y pasión serán voces de ejemplos,
hacer vibrar almas, y dejar los vacíos templos
renacer como nardos en los invernaderos;
se necesitan músicos y su inspiración
que llenen el viento con su partitura, con son,
con la armonía de su melodía en do, re, mi, sol,
encapotar el cielo, sinfonía del arrebol.
Se buscan escultores que plasmen hermosura
en las almas errantes que tan tristes caminan,
con espesa neblina en sus ojos, no miran
las maravillas y el crisma puro, la natura.
Se necesitan soñadores para imaginar
los colores del ocaso que ven los amantes,
para hacer de las gotas de lluvia diamantes
crear, moldear luces inmensas, profundas como mar.
El mundo necesita sentir en la piel versos
hacer a un lado la banalidad de los cuerpos,
intuir que la fatalidad es un cruel invierno
pero debemos florecer como lo hace el abeto.
Se necesitan almas buenas, blancas siluetas,
para surcar como una hoguera en la noche bruna,
descifrar la galimatías, idioma de luna,
la sensibilidad y la intuición de los poetas.