Me da pavor tomar un lápiz,
escribir y que solo salgan boludeces de mi mente.
Hoy mi cuerpo se sostiene de un hilo a la orilla de un acantilado.
Estoy dispuesta a terminar con esta tortura,
con este pánico de no poder tomar un lápiz.
La inspiración se reparte de a montones, brota en tu cabeza,
te llega por cinco segundos y ¡puf! se va. Se desvanece, se marchita.
Náufrago en el océano de palabras, voy pescando vocablos,
pero es tan difícil que nunca caen en mi anzuelo y me quedo aquí con mi hoja blanca, sin vida, sin poesía.