Sacude el empolvado papel
y escribe con su pluma
entre trazos de poeta
varios versos a la Luna:
\"Mi bella y nocturna dama
de queso, de blanco, de marfil,
que te otorgue algo de fama
no me irás a discutir.
Permiteme elogiar tu alma
de hojas de rosa y menta
de tus ríos secos la calma
que sin ímpetu atormentan.
Tus cráteres son tus ojos
con los que me enamoras
tantas almas decoras
y quien te ignora son pocos.
Lineas delgadas y tersas
son las que te figuran
y desde un punto hasta otro
solo irradias dulzura.
Y si me observas algún día
perdido entre el rojo de tus labios
no me des por favor agravios
mejor que nazca la alegría\"
Y así se libero un peso
al caer la pluma a la cama,
y el somnoliento poeta
dejo dormir su libreta.