Cae la noche que se ha vuelto oscura, el sonido ensordecedor del silencio me está dejando heridas, junto a la locura que va tocando la puerta de mi casa pidiéndome entrar a golpes, no le quiero abrir pero sus gritos me están asustando.
Me asusto fácilmente y lo acepto, tengo miedo a la vida y no a la muerte, a la misma que le he escrito tres poemas pidiendo que pase por mí, pero no puede, al parecer cada vez que me ve suelta una lagrima y está al tocar el suelo se esfuma.
Me pregunto en dónde está el sueño que tenía de niño, ese que me pedía que fuera feliz y en verdad no lo soy, me duele cada paso, me duele respirar, soñar, reír, vivir… porque no quiero, ya no.
Quiero engañar al mundo pero ni yo mismo me la creo, tengo un poema guardado al verdadero amor pero no ha llegado por él, tal vez porque no existe o tal vez porque no quiero que exista.
Escribo esto mientras una lágrima corre por mi mejilla, pero no quiere morir en mis labios, se va secando a la mitad del camino, al parecer está también sufre al pensar que fue hecha con mucho dolor y la entiendo, me voy quedando igual que ella, secó dejando mi vida tras el recorrido que me mata.
Quiero decir adiós pero no puedo, aún no llega por mí, y no soy tan fuerte para ayudarle a llevarme, o tal vez, solo tal vez estoy muerto pero la vida me castigó por no amarla cómo tenía que hacerlo.