La esperanza se pierde.
Pero queda un resquicio,
que anima a la mirada.
Asomada al alféizar,
esperando el mañana.
Un mañana incongruente,
acechando en la nada.
Bella rosa de seda,
que tu aroma regalas.
Entregándote entera.
Esperando tan solo,
una atenta mirada.
No se queja siquiera,
por su vida cortada.
Su belleza despliega,
como el cóndor sus alas.
En la fresca mañana,
cuando el rocío es escarcha.
Más pura es la presencia,
de la agitada calma.
La frenética ausencia,
de los que no se afanan.
En convertir la vida,
en una hermosa estampa.
Frágil llega la noche,
con su tez plateada.
Emprendiendo otra etapa,
que escapa a la esperanza.
Los sueños se diluyen.
La pesadilla alcanza.
Y al llegar el mañana,
se renuevan las ganas.
Como de haber pasado,
a otro lado del alma.
El tiempo se ha apropiado,
de todo lo que nazca.
Modelando a su antojo,
el sendero en el que anda.
Y la propia existencia,
convertida en un reto,
que su carácter traza.
Pardos campos de ausencia,
cargados de añoranzas.
Verdes valles de amores,
alfombras de esperanza.
Donde el sueño da vueltas,
como el aire en la nada.
Remolinos que tornan,
y se van sin palabras.
Se han quedado sin luces,
las calles donde andabas.
Solo brilla un candil,
en la astuta mirada.
Penetrando en las sombras,
que dejan las palabras.
Apretando los dientes,
para fingir la calma.
Sobre el rostro la vida.
Reflejada en los ojos,
como una mar airada.
En la boca un suspiro,
para seguir la marcha.
A.L.
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