Adolfo Rodríguez

Amar y desamar.

La misma belleza,

tu misma bondad y gentileza,

con las que, sin saberlo ni quererlo,

provocaste que un día te amara,

ejércelas hoy nuevamente, por favor,

para permitirme dejar de hacerlo…

 

La misma voz, la misma risa,

las mismas manos con su misma magia,

con las que lograste un día

levantar mi corazón,

úsalas hoy, más por coherencia que por piedad,

para liberar su vuelo…

 

Los mismos días con sus mismas noches,

cuando furtivamente te adueñabas de mis sueños

o imponías mis vigilias,

recíclalos hoy, sin altruismo, sin caridad,

para que los sueños sean ahora bellos recuerdos

y la vigilia ya no sea tan solo un ensueño…

 

Los mismos besos y sus mismas alas,

que algún día fueron mi mayor codicia,

repártelos ahora en otras bocas,

entre otros ángeles; que se diluyan y se agoten,

bendiciendo mi olvido y celebrando su muerte.

 

Sin perder la esperanza en la resurrección,

sin perder la fe en la rencarnación,

sin perder los anhelos por el reencuentro.

 

Aunque para entonces ya no existan;

la misma gentileza, ni bondad,

ni tu misma belleza,

ni la misma magia en las mismas manos,

ni las mismas risas, ni tu misma voz,

ni las mismas noches con sus mismos días,

ni las mismas alas de esos otros ángeles,

ni los mismos besos me los de…

tu misma boca…