Caravana de deseos,
que a los seres atropella.
Una ciclópea marea,
que derriba la muralla,
construida con deshechos.
De la nociva metralla,
que va lastrando los cuerpos.
Entre las notas agudas,
se cuela una nota grave.
Que atenúa el escalofrío.
Que modera los sentidos,
acallando el griterío,
para que el ruido se acabe.
Dándole luz a la bruma.
Colgados de los anhelos,
se balancea la esperanza.
empujada por la brisa.
Como un delgada rama,
al socaire de los vientos.
Siempre vívido el momento,
en la eterna encrucijada.
Una eterna serenata,
que regala a los oídos.
A los oídos del alma.
Melodías que arrebatan,
como una gran catarata,
que va arrastrando el sentido.
Durmiendo queda la calma.
Profunda quedó la herida,
en el fondo de la pena.
Siempre injusta la condena,
que rompe al desheredado.
Cuando al más necesitado,
sin el pan se le destierra,
devorándolo a bocados.
Se quedó el viento en suspenso,
como en el vacío la pluma.
Como se queda la hambruna,
al margen del opulento.
En el olvido sin techo,
suspendido de la vida.
Como se queda un deshecho.
Volverán los corazones a latir,
ensanchándose en el pecho.
Si el humano dignifica,
su manera de vivir.
Dando conciencia a sus hechos.
Dando generosamente,
sin esperar recibir.
A.L.
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