Te arranqué de mi ser como a una sanguijuela
que chupaba y me dejaba exhausta,
te llevaste entre tus dientes acerados
un bocado del alma.
Sangré y sangré hasta quedar vacía,
hasta perder el rumbo y el sentido,
hasta sentirme muerta.
Pero la vida vino a rescatarme,
cicatrizó mi herida,
volvió a corre la sangre por mis venas,
me puse en pie y proseguí la senda.
He cruzado vergeles y desiertos,
he coronado cimas.
He surcado océanos de fuego
huyendo de mí misma.
He llorado hasta quedarme ciega,
hasta sudar con lágrimas de sangre.
He bebido el grial de tu recuerdo
hasta apurar la pez de la amargura.
Esta tarde te he visto y me has mirado
con tus ojos de macho
y has querido de nuevo desnudarme
y atarme a tu camastro.
Pero ahora me miro en los espejos
y me veo a mí misma,
ya no veo una muñeca rota
arrastrándose tras tus infectas huellas,
suplicando la pírrica limosna
de tus burdas caricias.
Jose Luis Posa poema del libro \"Jardines descolgados\"