Espere... Estuve allí, sin moverme, siempre en el mismo lugar y nunca más te vi aparecer. La esperanza me rehusé a perder.
Aburrido, cansado y fatigado de esperar por ti, imaginando tonterías que al final, sabía que no iban a ocurrir.
Solamente preguntando al viento la razón que ya no te hace aparecer más por aquí, pidiendo una explicación que no merecía tener.
Y continúe visitando cada día el quiosco en que te conocí, deseado una casualidad que ni en los sueños más dulces podía suceder.
Pero, para qué olvidar la fantasía de abrazarte al menos por última vez. Quizá tener una despedida, piel a piel.
Atardecer. Uno más y todavía sigo aquí de pie. Le pediré al viento que por casualidad te ayude a venir, hasta a mí.
Tal vez si me recuerdas, una tarde por casualidad pasarás por el mágico lugar en que me enseñaste que el paraíso siempre estuvo aquí.