Hay que caminar y levantarse,
abrir los ojos, nuevamente,
y sentir las caricias del alba.
Hay que contestar a la vida
que nos llama en la ventana,
al corazón que late presuroso,
a la sangre que bombea el corazón,
a la risa congelada entre los labios,
al amor que nos grita que adelante.
Hay que volver a caminar
recogiendo los cristales rotos,
devolver a las nubes hacia el cielo
y evitar el cigarro que nos quema
entre los dedos.
Hay que gritar y llorar, correr si acaso,
para evitar mirar atrás,
porque la vida está llamando
y debemos vivirla intensamente.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/18