Sevilla es muy cautivante,
una ciudad majestuosa,
donde reina la alegría,
y la amistad emociona;
un lindo canto a la vida,
que seduce con euforia,
son los grandes monumentos,
que en cada rincón se asoman,
despertando una sonrisa
que sale de nuestra boca.
Los naranjos se distinguen,
en calles que nos transportan,
hacia los viejos recintos
que son verdaderas joyas.
Primero su catedral,
antigua mezquita mora,
con su labrada giralda,
y su giraldillo antorcha.
Aparece el campanario,
de la religión católica,
diseñado en las alturas,
como una artesanal obra,
es un portentoso ejemplo,
que dos culturas fusiona.
A lo lejos se levanta
embelleciendo la aurora,
la hermosa torre del oro,
quieta, muda y sigilosa,
muestra su brillo dorado,
en esplendor se transforma,
cuando los rayos del sol,
con fuerza su altura tocan,
torre del Guadalquirir,
río de muchas historias
algunas son las leyendas
que resaltaron su gloria.
Los barrios: Santa María,
y Arenal que nos antojan,
las tapas y el vino tinto,
al son de andaluzas coplas,
que alegran al corazón
bajo la luz de farolas.
Allende del puente observas,
el bullicio a todas horas
es la barriada de Triana,
donde la alegría aflora
refugio de los gitanos,
donde bailes nunca sobran
y con su cante reclaman,
aquella suerte que añoran.
A la lírica, Sevilla,
grandes poetas aporta,
como el romántico Bécquer
que sentimientos explora,
también Antonio Machado,
y su hermano coleccionan,
los mejores de los méritos,
que en éxito desembocan.
“Sevilla tierra andaluza
donde los poemas brotan
porque es musa cotidiana,
que por coqueta enamora”