Ese viento del norte, helado y siniestro
que me arrastra de zarza en zarza
ha venido a buscarme.
yo me tapo los oídos, finjo ignorarle
pero se filtra por mis poros
hiela mi sangre
y me envuelve en su gélida capa roja
como una maldición ancestral
vengadora y perpetua.
Pero hoy estabas a mi lado,
me he ensartado en tus dulces aguijones
Y he bebido el veneno de tus labios,
antídoto infalible de los demás venenos.
Me he negado tres veces sin que cante el gallo
en las simas profundas de tu vientre enarbolado,
sordo a todo lo que no fueran tus suspiros
extranjero al país más allá de tu regazo.
Se que volverá de nuevo
arrastrando cadenas, ululando amenazas,
pero ya no le temo,
me amarré a tus senos como Ulises,
y dejaré que los cantos de sirena
se pierdan en la nada del tiempo
y se disipen como la niebla
al calor inmortal de tus abrazos.