Hay un barco abandonado a la deriva
entre la inmensidad del aire
y la profunda inmensidad de un mar,
mediterráneo de ninguna parte.
La mala conciencia
le arroja migajas
de condescendencia,
de piedad indecente,
de conmiseración vana,
que no sirve de nada,
mientras naufraga,
muerta en la indiferencia,
la escasa humanidad
que aún nos quedaba.
Foto: Irene Campillo Pinazo