Sonrisa encadenada, que no es ella la que está prisionera, sino aquel hombre que la ve.
Arrullando el cabello de un lado a otro, sin esfuerzo, tan perfecto, imitando lo mejor de la naturaleza, conmover, con tan sencillo movimiento.
Luego, están sus gestos, aquellos que dicen cómo se encuentra, como clavelina cuando está enojada, como gradiola cuando está feliz, o como una rosa cuando tan perfecta está.
Así es ella, aquella que hace que ame la rutina para poder mirarla.
No, no la conozco, así soy yo, escribiendo versos a la mujer que cuando nos vemos hace que mi día despierte por completo.