Si ya no soy tu luz, tu sol, tu agua,
¿Para qué la vida, para qué?
Si ya no soy la fuente
donde calmas tu sed,
¿Para qué los días para qué?
He dejado de ser
tu musa poesía,
he dejado de ser,
tu cielo, tu luz, tu guía.
Y derramo el corazón en sangre de dolor,
¡Ay, cómo duele está verdad fiera mi ruiseñor!
Muero de sed
de tus besos y caricias,
¡Muero de sed de ti!
Una y mil veces lo pienso en mis adentros,
¡No debí enamórarme de ti!
¿Dónde estarás ahora?
Ilusión de mis primeras horas.
¿Quizás en otras rosas derramando tu miel?
O tratando de olvidar
a quién un día te quemó la piel y el alma de brasas de ternura.
Si tu amor en mí se secó,
solo queda:
De la soledad su mustia arboleda,
del junco de tu risa, su vaivén angelical;
y esas beldades de tu entrega especial.
Solo queda enterrarme en estas telarañas
de vacío y soledad,
beber el llanto líquido de la pena,
y vaciar el alma de ti.
A lo lejos, miro el sol
que resurge en nueva mañana...