Apenas delineado con algunas lágrimas
y con colores fríos que me prestó el viento,
casi imperceptible, como la luz de un alba
que nace en brazos del solemne invierno.
Apenas un suspiro, una caricia de aire
va pellizcándome con fuerza el alma,
un vuelo de colibrí, tan delicado y suave
que su belleza me obnubila la mirada.
Apenas invisible como la música del mar
compone conmigo bellas melodías de cuna,
me envuelve sin prisa invitándome a soñar
con la tierna ilusión de recitar las nueve lunas.
Tiembla mi mundo entero cuando la imagino
un angelito de luz bajado del mismo cielo,
se enamora perdidamente mi corazón descosido
y su pequeña imagen se escurre entre mis dedos;
para convertirse en tenue polvo de estrella
que va quemándome con el más dulce dolor,
entre mis brazos se vuelve más fría y eterna
la ilusión de sentir crecer en mí el fruto de los dos;
porque una partecita tuya con una partecita mía
se unirían armoniosamente en un sólo ser,
se desbordaría nuestro amor para darle, vida
a una dulce criaturita el milagro de nacer.
Y como si fuera ella mi sueño de algodón
en mi mente voy dibujándola princesa,
invento sus manitas, sus ojitos y su voz
sentada en las orillas de la dulce espera...
pero una y otra vez la pierdo para siempre
la vida me arrebata sus colores sin piedad,
y así nos encuentra, con tus manos en mi vientre
anhelándola en sueños, sin poderla tocar...
y entre las sábanas carmesíes que la añoran
el amor y la fe de que un día ella vendrá,
la dejan ir esta vez, intuyendo con la aurora
que donde hoy lloramos las flores crecerán.
Ceci Ailín