¡O noches de cielo claro!
que, con agua y borrosidad, admiro impresionado.
Por una vida que vale un murmullo, y tonto,
yo que salgo a observar la luna, perdida en el olvido.
Así yo, cual luna blanca y olvidada,
me hace ver mi vida en ella,
quiero abrazarla, y sentarme con ella por siempre arriba,
tanto diferente, a ti todos te miran, yo, el negro compañía.
Muerte es aquello que tú anhelas y yo contemplo,
por mis manos un día llegará, y tú con ella mirarás, lo mío.
Me devolverás lo que te he dado, madrugadas observando,
la luz teñida de sufrimiento, luz de un árbol colgando,
alumbrando.
Esa luz revela, lo que a nadie le importa.
Esa luz con miedo busca, lo que en horas olvidado.
Esa luz observa, tiempo en la basura.
Aquella luz que sin titubear me susurra: hazlo.