Cánsate.
Comensal de porcelana,
sal de tu trampa encadenada,
¡respira!, respira con mayúscula,
escapa por la cornisa,
trepa las paredes, enverdecidas
de ese moho de silencio y de sueño roto.
Hurga los callejones como un perro,
ladra y ladra sobre la tierra como una alarma;
de sudor, de mudanzas, de mudos escondidos.
Apila tu valor en una muralla, en una esfinge.
Que tu saliva tenga sabor a coraje práctico, no nostálgico.
Ensúciate las manos como el campesino,
hazte de cicatrices como un soldado,
y de las del diario, que el escozor te hable,
como una llaga parlanchina, y anodina.
Cansado, del oro,
del espejo,
de lo que te cansa
y no cansa,
y de lo que no alcanzas
porque te cansas.
Hoy es necesario cansarse de uno.