Una pared olvidada, un borracho muerto y una musa de imposible pensar, proponen la siguiente loa.
Noche, por San José, escudriñando la inmundicia, buscaba sustento el pobre alcohólico enamorado y de genio, poeta perdido en su hogar, por una mujer que nunca sí le dijo.
Humilde la musa, protegía su cuerpo en cristo, el olor a alcohol asco le daba, amante de la poesía que ocultaba su pasión, al gran poeta que siempre con pacha en mano, desde la calle a su ventana, le cantaba.
En un último arrebato de locura por chirrite, el poeta enamorado navegó hasta la escalinata de aquella casa donde su musa moraba. Pintó en su pared el último verso, antes de regresar a la calle y morir por un pirata enamorado del vino.
La musa a la mañana siguiente, al salir a la calle y presenciar tal acto, lloraba desconsoladamente, al ver a su poeta muerto con pintura en su mano, y su pared trazada con la sentencia de sus infinitas lágrimas: “de tus perfectos ojos, nacen las más bellas estrellas”.
Una musa arrepentida, un poeta embriagado y una pared jamás pintada, te regalan esta copla.