DEMÓDOCO

SUPE QUE SERÍA ESCRITOR AL CONOCER A RENATO RODRÍGUEZ (HACE 33 AÑOS)

 

Por Rafael RATTIA

Hace 33 años yo estudiaba la carrera de Historia en la Universidad de Los Andes. Leía y frecuentaba, en su oficina del Rectorado, al escritor Alberto Alberto Jiménez Ure y bebía cerveza todas las mañanas en el Boulevard París [de los pintores]

Una mañana soleada, Jiménez Ure conversaba con una persona bastante mayor que él, de barba blanca y ataviado con una camisa discreta y pulcra. Tras saludarnos, Alberto me dijo:

-Rafael, te presento a Renato Rodríguez […]

-Ah, mucho gusto -le dije al mito de la Literatura Venezolana. Renato me dijo:

-«Alberto me ha hablado mucho de ti»

Por aquel tiempo, él vivía en un pequeño apartamento cerca de la entrada de La Pedregosa. Tras conocernos, nos citamos en el mismo cafetín. Para sorpresa mía, apareció con unos libros entre sus manos. Mi emoción se hizo más patente cuando leí las dedicatorias estampadas con su rúbrica.

Esa mañana, supe que sería escritor. Renato me hizo ver la vocación que me habitaba desde la tierna adolescencia. Yo había leído que cuando Juan Rulfo vino a Venezuela, Salvador Garmendia fue a recibirlo al Aeropuerto. Lo que primero que preguntó el autor de Pedro Páramo a Salvador fue dónde estaba Renato Rodríguez:

-«Llévame a verlo»

A lo cual Garmendia respondió:

-«Eso va a ser imposible porque Renato anda escondido en las profundidades del interior del país, y se muda continuamente […] Nadie sabe dónde vive y donde está ahora […]

Rulfo guardó un prolongado silencio y puso ceño de tristeza y de desconcierto.