El que al distinto desprecie,
será a su vez despreciado,
cuando el distinto sea el.
Y no servirá el color,
ni la enseña enarbolada.
El odio calará hondo,
hasta en las mentes más claras.
El aire estará trufado,
de la semilla que siembre.
Semblantes que dicen todo.
Rostros que avivan la llama.
Secas caras de ignorancia,
con la humanidad blindada.
Pupilas llenas de lodo,
que deforman las miradas.
Cenagal de obscenos gestos,
que pudren la inteligencia,
como una charca enlodada.
Ahíta la intolerancia,
de postulados de lata.
Flagela al que está debajo,
para llenarse la panza.
Negro humo que se filtra,
en las distraídas gargantas.
Cuando el destino está en manos,
llenas de pútrida grasa.
Así como un laberinto,
que a la afrenta da salida.
En sus múltiples rincones,
se va gestando la ira.
Como el fuego que se aviva,
con el ser que discrimina.
Viejas claves de blasones,
con la urdimbre descosida.
Apelando a lo recóndito.
Solo los hechos auténticos,
nacidos de almas sencillas.
Servirán de contrapeso,
al germen de la codicia.
La sana luz transparente,
que ilumina las rendijas,
que quedan entre las hordas,
que al inocente acuchillan.
Mirando hacia el interior.
Se descubren los secretos,
ocultos al corazón.
A.L.
http://alupego.blogspot.es
09/12/2018