Habito tu silencio
Como quien rasga la tierra para sembrarla,
Como quien piensa en lo que ven las estrellas
Cuando nos miran con sus ojos de tiempo atizando la distancia;
Con tus ojos de fuego que existen para hacer mi desvelo.
Quisiera que en una bocanada de estío
El aire nos columpiase a ese breve instante
Donde me deseaste sin conocerme,
Donde te añoré justo habiéndote perdido,
Como a un libro más de los que -ingenuos sabios- prestamos
Para no recuperarlo, pero cambiar un poco otra vida.
Me espías a través de la cortina en llamas:
Nuestro el calor, nuestro el estertor.
Hay una pregunta marcada con tu sal,
Me la han tatuado en los labios
(Quizás fue tu beso mientras soñabas),
No hay prisa, haz tu pausa, las cosas seguirán pesando
Un poco menos.
Soy un soneto de la luz que se escapa de tu lámpara,
Una carcajada de evidencia, de tiempos partidos por la memoria
Supurando recuerdos sobre tu pecho.
No sé igualar lo que me has dado,
Será por eso que no busco compensarte.
Tu cuerpo, girón de alguna madrugada boreal
Y, sin embargo, tiemblas.
Tus palabras se enrojecen y hay vino
Por venir, llegas un poco, siempre
De a gotas, como queriendo no quedarte,
Te me trepas: soy tu árbol,
Para tus dientes soy todos los frutos premeditados.
¿Cuál es la historia que se te extravia?
No la nuestra (te aferro como el cordel de mi primer barrilete;
Pero la gracia está en que vueles).
Un viento de tu sonrisa me desnuda
Las penas, harapos sucios que hace años apilo,
Como si para quedarme tuviera que ceder mis días muertos
Y una parte de mí se magullara para dar en el tornillo.
Soy incapaz de pronunciarte
Sin detenerme a saborearte.