Moliner Vallés

CAPRICHO DE QUIEN MIRA Y SIENTE NO ES CAPRICHO

Yo, capricho del monte nevado, te cubriré el pelo de flores y primavera,

alzaré tu sonrisa hasta la copa más alta y allí dejaré que florezca.

Sacaré el ajuar polvoriento a la calle para sacudir su recuerdo de hastío,

regaré las plantas del balcón con agua de mayo y lágrimas de ruiseñor;

y no serán aquellas lágrimas, serán estas,

y no será la tristeza el motivo, será el roce de los cuerpos la tierra que haga temblar.

 

Yo, capricho de vergel peninsular, morena de ojos tierra;

miraré de lejos como crece tu alma, matando así tus miedos y penas.

Seré la cueva del ermitaño si viene a buscarnos la tormenta,

seré los vientos de quien vuela lejos para encontrarse,

seré justo y seré nada,

pues nunca buscaré oprimir tus alas.

 

Yo, capricho ya desvanecido, yo querré ser la música entrando por tu ventana,

la Luna vigilante que da brillo a las pestañas inmóviles.

Buscaré la noche estrellada con besos de miel, los ríos deslizándose por la piel;

y al final de todo, un susurro nos dejará pétalos de rosa en el pecho,

por si decidimos querernos, aunque no sepamos ni cómo, ni dónde...

ni cuándo; pero yo, morena tuya, seré y seguiré siendo bálsamo de alivio.