Hay una niña que cada tarde, toca con su varita mi corazón
Dejándolo a la intemperie, indefenso ante sus travesuras
Su rostro es Sol luminoso, rayos chispeantes de sonrisas y locuras
Hay una niña que cada tarde, transforma mis cansancios en juegos e historias
Asomando su mirada entre puertas y escondrijos,
Sin discernir que, en sus ojos, carga la luz de mi universo
Hay una niña que da pasos gigantes en la vida
Dejando atrás un camino de juegos y alegrías
Hoy mis viejos zapatos se sienten inútiles
Y vuelvo descalzo al camino de mi niña
Su rostro es Sol, sus manos alegría
Sus sueños son los míos
Su camino mi esperanza.