PARA SENTIRSE VIVO, HAY QUE MORIR A VECES
Para sentirse vivo
hay que morir a veces,
y dejar que los ojos
se abran en el sueño.
Caminar en penumbras
con los pies por el cielo,
desdibujando nubes
y creando senderos.
Esconderse en el rayo
arropado de lluvia,
que la piel se te erice
por el soplido aliento.
Besar en un instante
con el alma a otro cuerpo
y abrazar a una estrella
aunque te queme el pecho.
Tal vez ser absorbido
como vapor subiendo
y acariciar la luna
ya convertido en viento.
Cruzar como un cometa
atravesando el tiempo
y burlar al espacio
convertido en acento.
Bañarse de mareas,
mecerse en una ola,
volverse omnipresente
y así leer las mentes.
Recorrer los secretos,
incitar a las ansias,
y hacer del que está triste
un concierto de calma.
Envolverse entre células,
sumergirse en la sangre,
y correr por las venas
y en todo uno impregnarse.
Volverse una idea,
un febril pensamiento,
vivir en la memoria…
convertido en recuerdo.
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