Un fanal de fuego amarillento y rojo,
un fantástico brasero que se hundía
enloquecido entre las negras aguas,
una sorda explosión, intensa y grave,
un rugido monstruoso que brotaba
del moribundo en medio de la noche,
era algo triste, aterrador y bello
que nadie nunca lo podrá olvidar.
El puente fue lanzado con violencia
dejando atrás blandos hierros deformados
que crujían retorciéndose con furia
entre las torres de la cañonería.
Comandante y oficiales de derrota,
serviolas, señaleros, timoneles,
hallaron instantánea una muerte calcinante.
El grueso palo de proa y chimeneas
cayeron a cubierta como gigantes heridos,
hasta que fueron tragados por la bulimia del mar.