Una benevolente fuerza
en el corazón, abundante inunda,
vigoriza el alma triste y bruna,
estela divina y lustrosa,
mensajera en el día naciente
orna con un tono claro al sol.
Imperceptible siempre camina
impalpable, desapercibida,
aquellos ojos que no miran
como baila, en la llovizna.
En lo pétalos de la rosa
botón de cristal de rocío,
irisa el rosal donde duerme
un céfiro viento la mece
y dulcemente la desprende
entonces vuela libre, tan libre,
una metamorfosis increíble,
se posa en las nubes de la tarde
y cambian, todo encienden, no mueren
en el manifiesto de la noche.
Porque como semilla anida
en las almas tristes y perdidas,
solitarias y yermas tierras,
sus dulces frutos fuertes germinan
llega en primavera la vendimia,
espera paciente en el camino
al taciturno peregrino
que blasfema su destino,
entra como espora en su respiro
suscita con magnolias su nido
En el templo del firmamento
danza mondo entre los luceros,
brilla en la albura de los ensueños
audaz desciende hasta los lechos,
invoca epifanía, en los sueños,
plúrima esencia, complemento,
es zarza ardiente, alimento,
poderoso expande tu ser etéreo
después de tan cruel sufrimiento,
sustancia, un sentir eviterno.
Tu ser, su lenguaje declama
no necesita palabras,
sólo basta un par de miradas,
los silencios de las madrugadas
y las tristezas son desnudadas,
con una azada son enterradas
en el cementerio, olvidadas,
ahora las pieles son habitadas
con más fe, virtud y alabanzas.