Miserables reyes y reinas,
que gobiernan el sigilo
dejadme descubrir los enigmas
de su amor o de su olvido.
En este amor callado
resurge el silencio impartido
¿Acaso no escucháis que os pido
siquiera una voz, un sonido…
Acaso no escucháis a la pluma
abriéndose paso entre quejidos?
Nada encuentro
y tan lejos he ido.
Nada se desprende
de esta tierra y de este cielo mío
como este río fluye preso
condenados a la cárcel celeste
de letra y beso.
A veces,
simplemente
deseo leerte
descubrirte piel
entre las aves
que despiertan y recorren
infinitas el trayecto,
abstractas en el horizonte,
abismo de impredecibles sueños.
Entonces surge esto y aquello
tenue luz que ilumina un te quiero
tenues tus alas, tenues tus besos,
tenue el papel donde escrito lo dejo.
Ay niña mía,
amada mía…mujer mía
de corazón blando
abanico celeste y blanco
de amor en agonía.
Ay niña mía
si yo pudiera decirte luna
si yo pudiera dibujarte entre la bruma
espejismo en mi delirio
plácida en mi escritura.
Si,
se han volado tus ojos,
tus negros ojos,
tus ojos hacia aquel lugar vacío
donde antes crecían miradas y lirios
hoy es desierto cansino
ovillos y olvidos.
Este es mi deseo ciego
el de no verte,
el de recordarte alguien
y no verte
entre mis razones
de virtuales márgenes
¿cuál es la razón
al volar de las penas?
si cuando tú vuelas
sigilosas las penas
siempre conmigo se quedan.